domingo, 8 de marzo de 2009

Un Puñado de Heroínas


"El mayor castigo del culpable es que nunca será absuelto por su con
ciencia."

En conmemoración al día 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer

(Yo lucho porque este día desaparezca del calendario porque significará que se habrá alcanzado la auténtica IGUALDAD)



Sintió que se asfixiaba y que cada vez la presión era mayor, él la tenía agarrada por el cuello mientras la gritaba y golpeaba brutalmente la cara. Sentía a la niña llorar cerca de ambos, escondida bajo su cama de matrimonio, podía ver el terror que mostraban sus ojos desde la posición en que la tenía retenida, cada vez la costaba más y más tomar aire, la luz de la habitación se le iba volviendo borrosa hasta que las figuras empezaron a diluirse, ya no veía la mirada de Rocío, y los bramidos de él comenzaron a convertirse en un silencio mudo, sintió como la vida se le escurría entre los gruesos dedos de su esposo.

Despertó sobresaltada con la espalda empapada en sudor, tenía la boca reseca y acartonada y los latidos de su corazón retumbaban en sus sienes. Intentó calmarse respirando pausadamente y se fue a la habitación de la pequeña.
Carmen vió como Roció dormía profundamente abrazada a su peluche favorito, se acurrucó junto a su hija y comenzó a llorar en silencio.

Hacía tan sólo cinco meses que Manuel había intentado matarla, y lo hubiera logrado si no llega a ser porque su hermano, que tenía una copia de la llave que ella misma le había entregado a escondidas de su marido tras las amenazas de muerte y continuas palizas que le propinaba, se había comprometido a cambiarle aquella tarde el manguito de la lavadora que se había estropeado. Cuando su hermano entró en el portal vió que había varios vecinos en la escalera alarmados por los gritos que salían del interior de la casa de Carmen, sin embargo, ninguno de ellos había alertado a la policía ya que por desgracia se habían acostumbrado a las discusiones de la pareja.

Además cuando le preguntaban a su vecina por los moratones, heridas y vendajes, ella siempre tapaba a Manuel diciendo que torpemente se había escurrido limpiando el baño. Lo cierto es que le tenía auténtico pavor y no se atrevía a dejarle por miedo a perder la custodia de Rocío ya que él era un hombre muy influyente y ella se veía a sí misma como una simple ama de casa sin amigos a la que nadie creería.
Manuel escondía su piel de lobo bajo su disfraz de marido modélico, con un cargo de responsabilidad en un banco, que hacia deporte y le gustaba cuidarse, que adoraba a su fiel esposa y a su preciosa hija.
Después de cada agresión la colmaba de regalos, frases y promesas que luego jamás cumplía, mostrando sus lágrimas de cocodrilo arrepentido, y cuando ella bajaba la guardia, él volvía a encontrar una excusa para abalanzarse de nuevo.

El hermano de Carmen subió apresuradamente las escaleras y sin pensárselo dos veces abrió la puerta, a partir de ese momento todo sucedió muy deprisa. El ruido de la televisión resultaba insoportable, quizás estaba puesto así adrede para evitar que se escucharan los gritos, corrió hacia donde provenían los alaridos de Manuel y al ver a su hermana con el rostro morado y los labios blanquecinos cogió lo primero que alcanzó su mano y lanzó con todas sus fuerzas el baúl de madera situado en la estantería de la alcoba que él mismo le regaló a Carmen por su último cumpleaños.
A Manuel comenzó a salirle sangre a borbotones de la cabeza y Roció convulsionaba gimiendo en su escondite. Salió pidiendo auxilio con el baúl lleno de sangre aún en las manos. Manuel no estaba muerto, sólo estaba inconciente del fuerte golpe que había recibido y había perdido mucha sangre.

Una vez reanimada por los enfermeros del SAMUR y con varios calmantes en su interior, Carmen comenzó a sacar los puñetazos, los cigarros apagados en su piel, los tirones de pelo, y las patadas en el estómago que desde hacía muchos años le iban minando su existencia. Su hermano la escuchaba limpiándose las lágrimas con los puños de su jersey.


Una de las policías intentaba calmar a la pequeña Rocío, su nombre era Isabel, había sido la primera de su promoción y tenía que lidiar día a día con varios “miuras” en su trabajo que no la valoraban por su profesionalidad sino por otros atributos más visuales. Era decidida y con carácter. Sabía que tenía que demostrar continuamente su valía pero eso no la amedrentaba, sino más bien lo contrario, la impulsaba a seguir hacia delante con más fiereza. Desde pequeña se interesó por el cuerpo de policía a pesar de las críticas que recibió de su entorno tildándola incluso de lesbiana. Ella no entendía que problema había en que una mujer desarrollase el trabajo de un hombre, incluso muchas veces eran las propias mujeres quienes la criticaban y la miraban con cara de desaprobación.

Quizás se había ganado la fama de “rara” porque no sentía la necesidad de tener pareja, pero el no querer tener una relación con un hombre no era porque le gustasen las mujeres, sino porque se sentía a gusto dependiendo únicamente de ella, no necesitaba a otra persona para sentirse completa, porque ya lo era. Tenía su trabajo, sus amigos y su familia y lo más importante, se tenía a sí misma.

Había tratado con muchos niños que había sufrido la misma tortura que Rocío, algunos de ellos incluso, vivirían para siempre con la cruda e imborrable imagen de su madre muerta a manos del cobarde de su progenitor.

Desde ese mismo día Rocío dejó de hablar, parecía que al tragarse las palabras se llevaba consigo a lo más profundo de su interior el dolor insoportable de aquella violencia familiar que ahora le abrasaba las entrañas. Isabel no perdía la esperanza, había muchas otras mujeres que lo habían logrado, que habían vuelto a ser libres de verdad. Resurgieron y se reencontraron a sí mismas. Aunque las secuelas permanezcan intachables de por vida.


Las iba a visitar a ambas una vez por semana, para contarles como se iba desarrollando el caso y de paso invitarlas a tomar un café cerca del centro de acogida. Carmen no quiso ir a casa de ninguno de sus familiares, tenía miedo porque sabía que si salía Manuel de la cárcel sería a los primeros sitios a los que iría a buscarla y quería proteger de algún modo a los suyos. Hoy a Isabel la acompañaba su amiga Beatriz, una abogada amiga suya de la infancia, cuyo trabajo la tenía tan absorbida que hacía malabarismos para no perderse los primeros pasos de su hijo, la caída de su primer diente, sus cumpleaños, para lo que tuvo también que renunciar a un suculento ascenso para seguir formando parte de la vida de su familia.


Esperaron en el recibidor a que llegaran. Cuando Beatriz vió el rostro de tristeza de Carmen y la mirada sin brillo de Rocío, dio gracias a Dios en su interior por tener a su lado a un buen hombre, sencillo y respetuoso con ella y con su hijo.


Era una mujer brillante e inteligente, luchando por conciliar su trabajo y su vida personal, demostrando que una mujer podía realizarse laboralmente y además formar una familia, pero era consciente de las muchas injusticias que aún se sucedían, ya que para ocuparse y cuidar a los suyos tenía que renunciar a otras cosas como por ejemplo, a seguir promocionando en su trabajo.

Su marido le ayudaba en todo lo que podía, hacía la compra, ayudaba en las tareas del hogar, atendía a su hijo, pero aún así la figura de la madre y esposa seguía siendo un pilar necesario para crear su hogar. Su hijo reclamaba más horas de mimos y juegos con su madre y ella intentaba dárselas como buenamente le daba de sí el día.


Después de las duras jornadas de trabajo, llegaba a casa y se dedicaba por completo a su hijo, a jugar con él, a darle de cenar, bañarle y contarle un cuento antes de irse a dormir, luego cuando el niño estaba dormido comenzaba con las tareas de la casa ayudada por su marido, la comida para el día siguiente, la lavadora, la cena para ambos, la plancha, etc.

-“¿Cómo te encuentras Carmen?”
-“Anoche me costó dormir, ya sabes la pesadilla de todas las semanas que no me deja vivir.”
-“Tranquila, todo se va a arreglar. Ella es Beatriz, abogada especializada en estos casos, es una persona de confianza, además de ser una de mis mejores amigas.”
-“Te prometo que nunca más volverá a molestarte ni en tus sueños”. -Comentó Beatriz.- “¿Y tú debes ser Rocío?. ¿Te apetece una enorme tortita de chocolate?”.
Pero la niña no dijo nada, sólo se escondió más entre los pliegues de la falda de su madre.

Beatriz pensó en que sería de aquella pequeña, seguramente comenzaría a pasearse por diferentes psicólogos infantiles que buscarían por todos los medios arrancarle una palabra, ¿tendría problemas para relacionarse con otros hombres?, ¿Vería en ellos la figura del prototipo violento que le dejó como herencia su padre?, ¿Creería en el amor?, ¿Volvería la luz a brillar en sus ojos?.


A pesar de que debería estar acostumbrada a tratar estos casos, cada uno lo vivía con la intensidad del primero, cada situación era distinta y cada mujer golpeada o asesinada un nombre que hacía referencia a una vida que se destruía. Sí cada caso era único, y debía ser tratado como tal.


Se dirigieron a la cafetería que se encontraba al final de la calle, era bastante antigua, pero resultaba muy cómoda para charlar.

Beatriz e Isabel trataban de darle esperanza e ilusión a Carmen, dos palabras que desaparecieron hace mucho tiempo de su diccionario personal.
Carmen miraba a aquellas dos muchachas sentadas frente a ella, se habían volcado completamente en ayudarla, al igual que las del centro de acogida, todo el mundo era muy amable con ella, por un momento se sintió cómoda de verdad, pudo verse valorada, no quería marcharse de la cafetería, tenía miedo de no volver a sentir esa sensación tan cálida que la embriagaba, se preguntó si volvería a sentirse así alguna otra vez.

-“¿Es una sonrisa lo que se te escapa por la comisura de los labios?”-le dijo Isabel.

Y por primera vez no hicieron falta palabras entre aquellas mujeres para comprender lo que comenzaba a suceder. Isabel le agarró fuerte la mano.
-“Ya nunca te sentirás sóla, me tienes a mí y a Rocío”
-“Eh! Y a mí también, no se os ocurra olvidaros de mí”-intervino sonriente Beatriz.
Carmen comenzó a llorar, pero esta vez sonreía al mismo tiempo.
Sentía como comenzaba a resurgir de sus cenizas y las fuerzas comenzaban a fluir en su interior para empujarla a seguir adelante, a recuperarse de su dolor y a no perder la olvidada esperanza de volver a ser feliz junto a su hija, sus nuevas amigas, y en un futuro, ¿quién sabe?, incluso puede que con un nuevo amor.

Una niña con aire inocente y feliz entró en la cafetería, se sentó un par de mesas más alejadas de donde ellas se encontraban y no paraba de sonreírle y charlar animadamente con su madre.

“Mi niña volverá a ser así pronto. Te lo prometo mi vida”- pensó mientras dirigía su mirada hacia Rocío.



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8 comentarios:

  1. Que difícil nos hacen la vida a las mujeres, pero no nos queda otra que seguir luchando para poder sobrevivir, luchamos en el trabajo, en la vida laboral, en la vida personal. Siempre luchando para que no se nos juzgue por nuestras decisiones, por nuestros actos y esto tiene que empezar a solucionarse a traves de las propias mujeres, tenemos que aprender a apoyarnos más y dejar de criticar. No me gustan las mujeres que afirman yo jamas haría esto o lo otro. No sabemos en que situación nos va a poner la vida... asi que luchemos unidas!
    Besicos!

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  2. Hola, TRazos. Has reflejado en este relato muchas historias y situaciones que aquejan a la mujer, desde siempre. Me gustó mucho, una muy buena manera de reinvindicar el 8 de marzo.
    Saludxs!! Un fuerte abrazo.

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  3. Estoy con lo dicho en la anterior. He visto en tu relato muchas mujeres, muy distinats y todas ellas luchadoras, buscándo su espacio en este mundo.

    Ojalá Rocio sí vuelva a sonreir y a ser una niña como las otras muy pronto.

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  4. Hay muchas maneras de maltrato, entre ellos el físico porque es más visible. No debemos de olvidar el maltrato psicológico y luchar contra todas las clases de opresión que sufrimos las mujeres. Tenemos que encontrar nuestro espacio para reivindicar nuestras necesidades. Es un buen relato para reivindicar el 8 de marzo, pero no nos podemos conformar con un día al año, si no que hay 364 días más para que esto no vuelva a ocurrir jamás.
    Saludos desde La ventana de los sueños, blog literario.

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  5. sigue luchando desde tu pequeña trinchera y reinvindicando a viva voz las njusticias a la que nos someten,para cuando otro escritoestoy impaciente

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  6. Hola, soy nueva en tu blog, pero me ayer cuando lo leí me pareció muy interesante. Pásate por mi blog porque hay un premio para ti.
    Saludos desde La ventana de los sueños, blog literario.

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  7. Sin duda....me conmoviste
    ese texto me revolvió por dentro, me parece increible la historia que escribiste, a medida que la vas leyendo se hace cada vez más tuya...la verdad que es genial, esque me ha encantado encima expresas en cada minimo detalle lo que hoy en día ocurre muy amenudo por desgracia...
    de verdad me he emocionado
    un beso:)
    eres una artista

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  8. Impresionante, me dejo sin palabras.
    Has reflejado tan bien todo lo que nos sucede que....me encanto

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